“Se alegró el pueblo y el corazón salió de la melancolía”, repetía ayer Rosario Nicolalde a cada cliente que se acercaba a su puesto de venta de frutas en la calle principal de Guayllabamba, población ubicada al norte del Quito.
La alegría de la mujer estaba directamente relacionada con la reapertura de la vía Calderón-Guayllabamba, que estuvo cerrada dos meses y nueve días (desde el 20 de agosto) tras el sismo que afectó a Quito y sus alrededores, el 12 de agosto pasado, y que dañó un tramo de 4 kilómetros de la carretera.
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