“¿Quién es usted?”, “¿a qué viene?”. Pregunta Gerardo, uno de los uniformados que el pasado viernes 25 de abril salía de los costados de la pista de aterrizaje de avionetas para rodear a una que acaba de aterrizar en Sarayacu, el pueblo kichwa, a 25 minutos de vuelo (400 millas) del aeropuerto más cercano, el de Shell, en Pastaza, a ocho horas en canoa a motor por ríos de la Amazonía.
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